Existe un sentimiento atávico, primitivo en
los miedos del ser humano hacia determinados hechos.
Me he encontrado innumerables veces enzarzado
en debates sobre la peligrosidad “absurda” de algunas actividades que
desarrolla el ser humano sin aparente necesidad. Lo cierto es que sí que existe
necesidad aunque no en todos los individuos de la misma manera. La naturaleza
nos ha dotado de una serie de herramientas valiosas para poder abrirnos camino
en una naturaleza agreste y peligrosa, herramientas que, por nuestra avanzada
tecnología, cada vez caen más en desuso convirtiéndonos así en seres inútiles e
indefensos ante nuestra propia naturaleza. Pero en realidad, aún continúan esas
herramientas naturales en nuestro ADN y una demostración clara es la necesidad
que algunos seres humanos aún conservan de quemar su adrenalina o epinefrina,
una hormona que la naturaleza depositó en nuestro organismo para poder
reaccionar ante situaciones de lucha o peligro. Esta hormona que se produce
tanto en hombres como en mujeres hace que podamos reaccionar ante situaciones
límite, lo que no resulta igual en hombres y mujeres es la reacción ante estas
situaciones límite bañadas en epinefrina. Los hombres, o machos en general
suelen presentar una actitud combativa ante una situación límite, es en esta
actitud donde se encuentran valores como la valentía o superación. En cambio
las mujeres y hembras en general, muestran actitudes de protección y, por
tanto, de huída, que es la manera más inteligente de proteger; y aunque siempre
existen excepciones, lo cierto es que en líneas generales los hombres se
encuentran más dispuestos a enfrentarse a un peligro que una mujer sin más
impulso que el estrictamente biológico.
Es tal vez en este punto en el que
encontramos la explicación de por qué existen seres humanos, mayoritariamente
hombres, que se exponen a peligros para producir estas hormonas, y no es por
otra razón que por la sensación de éxtasis que deja tras de sí una vez que has
presentado una actitud combativa y no de huída, la cual puede estar más
relacionada con la sensación traumática del terror.
De este modo, aquí encontramos la explicación
biológica a por qué, sobre todo los hombres, buscan situaciones de peligro en
las que produzcan adrenalina de una forma biológica y autosuperación y valentía
desde el punto de vista de los valores humanos, así pues el alpinismo, la
velocidad, los toros o los trabajos de riesgo en general, suelen estar ocupados
mayoritariamente por hombres.
Al punto de partida al que quiero llegar con
esta introducción es a la fijación que tiene la sociedad con determinadas
prácticas peligrosas a las que dedica todo tipo de insultos y descalificaciones
en detrimento de otras que, a pesar de ser más peligrosas, gozan de una buena
reputación.
Pues bien, una vez explicado el por qué
biológico y humano de exponerse a peligros conscientemente escogeré un ejemplo
claro que ilustra la dicotomía entre la destrucción de determinadas actividades
frente al engrandecimiento de otras de mayor peligro.
En España existen 2 aficiones peligrosas con
muchos seguidores y practicantes, una es el alpinismo y otra correr delante de
toros, a pesar de ser ambas actividades peligrosas, son los corredores de toros
los que reciben las críticas más duras en cuanto a su inconsciente práctica,
mientras tanto, el alpinista goza de una protección social y enaltecimiento, es
más, a nadie le resulta especialmente llamativo ver a padres con hijos tomando
sus primeras clases de sky o escalada, sin embargo ver a un niño acercándose a
un becerro resulta todo un tema recurrente para debatir durante semanas. Pues
bien, tras buscar diferentes datos que apoyen mis argumentos he dado con unos
bastante esclarecedores.
Estos datos pertenecen a los datos de la
Guardia Civil sobre los rescates, heridos y muertos en la montaña que
aparecieron en el periódico El Mundo:
En los tres primeros meses del 2004 las
unidades de montaña de la Guardia Civil (290 efectivos) han intervenido en 122
operaciones, de las cuales 60 se han realizado con helicóptero. El resultado ha
sido 171 personas rescatadas, de las cuales 82 resultaron ilesas, 68 heridas y
21 muertas. Tan trágicas cifras son similares a las de 2003, con 700
operaciones saldadas con 888 montañeros, esquiadores o alpinistas ilesos, 412
heridos y 72 muertos.
Desde 1981, las unidades de montaña de la
G.C. han intervenido en 8.762 operaciones, con 16.000 rescatados, entre los que
se recogieron 1.307 muertos. Muchas de esas operaciones se realizaron en
terrenos de alta dificultad.
Según la G.C. tres de cada cuatro
accidentados carecen de una adecuada preparación y su falta de conocimiento es
más que evidente.
Una vez vistas estas estadísticas sobre
montaña veamos otras sobre toros que aparecieron en El país:
Dos muertos
por cornada y 12 heridos más en un encierro de Ampuero (Cantabria) que duró 25
minutos
Un hombre de
30 años muere corneado por una vaquilla en su despedida de soltero en Alhama de
Granada
24 de septiembre de 2003
Fermín
Echevarría, de 62 años, muere en Pamplona como consecuencia de las heridas
sufridas en el encierro del 8 de julio anterior, durante los sanfermines
30 de agosto de 2003
Un hombre de
48 años fue embestido por un toro en las fiestas de La Vall d'Uixó (Castellón).
Murió pocas horas después.
10 de agosto de 2003
Un hombre de 33 años muere en los
festejos de bous al carrer de Pedralba (Valencia)
En este caso he seleccionado los
mismos años que aparecen reflejados en los informes de la Guardia Civil en
cuanto a los rescates en la montaña.
Claro está que siempre se puede
afirmar que en el alpinismo participan más personas que en los toros y por ello
resulta lógico que mueran más alpinistas, pero lo cierto es que el número de
personas que practican el alpinismo no supera a las que participan en los miles
de festejos populares que se desarrollan en toda España.
Recordemos que cada día en los
encierros de Pamplona participan entre 2.500 y 4.500 personas, lógicamente no
podemos multiplicar estos números por los 8 días de San Fermín, ya que muchos
de esos corredores repiten cada día al igual que los alpinistas también repiten
en sus ascensos. En San Sebastián de los Reyes las cifras se disparan, ya que
son entre 4.000 y 6.000 participantes diarios. A esto habría que añadir todos
los festejos populares celebrados en Levante (sólo tienen 2 fines de semana al
año sin toros) y los festejos celebrados en las Castillas. Conocer los datos de
participación con exactitud requeriría de un estudio más exhaustivo, no
obstante podemos imaginar que son varios centenares de miles las personas que
se ponen frente a toros en toda España que se salda, como hemos visto anteriormente
en los datos facilitados por el periódico El País, con 2 o 3 muertos de media
al año frente a los 72 muertos en la montaña en 2003. Desde luego una cifra que
para nada resulta alarmante; y aunque no lo hemos tenido en cuenta se puede
afirmar que en estos festejos con toros la mayoría de los participantes no son
ni expertos ni se preparan física ni mentalmente para participar, de modo que
la mayoría se puede decir que son inexpertos al igual que afirma el informe de
la Guardia Civil con el caso de los muertos en la montaña.
A pesar de no conocer tampoco con
la exactitud que se merece el número total de alpinistas en España, todo hace
suponer que será menor que el número de inconscientes corredores de toros, y
solo hay que pensar en que para correr toros el único equipo que hace falta es
una ropa cómoda y dos piernas, mientras que el equipo que necesita un montañero
para realizar la disciplina montañera elegida necesita de caros equipos que,
por tanto, dejan ya fuera a gran parte de la población que económicamente no
puede hacer frente a este gasto. Por otro lado, el hacer alpinismo está
obligatoriamente ligado a tener montañas cerca, de modo que este factor también
condicionará el menor número de participantes en la alta montaña mientras que
la versatilidad de los festejos taurinos populares los han llevado a todos los
rincones del país.
Por tanto, la conclusión resulta
clara. A pesar de la mala reputación de quienes corren toros frente a los heroicos
alpinistas, la realidad es que si quieres sentir la adrenalina en tu cuerpo será
más seguro y económico que corras encierros a que te eches a la alta montaña parapetado
de caros sistemas de seguridad que, al final, parece que no te librarán de la
muerte.
Por ello, terminaré como comencé:
Existe un sentimiento atávico, primitivo en
los miedos del ser humano hacia determinados hechos.
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