jueves, 5 de julio de 2012

Emociones "Spanish moment"

Hoy he sentido un choque de culturas, un momento de enseñanza casi mágico en el que solo un gesto ha sido suficiente. En este mundo de luces de neón, escaparates y publicidad, resulta realmente difícil sacar de dentro la parte más física y emocional que tenemos, de hecho casi ya resultan incomprensibles cosas naturales que hoy nos parecen inapropiadas o incluso salvajes. ¿Quién de los que estáis leyendo este artículo mataríais con vuestras propias manos vuestra comida?, no solo no lo haríais sino que lo rechazáis como una práctica despreciable y sanguinaria. Esta es la dirección a la que va nuestra evolución, hacia un mundo blando en el que ni la sangre ni la muerte existen. Pues bien, hoy, después de terminar un tour para extranjeros que realizo con un amigo por Pamplona antes de San Fermín, ha sucedido un hecho pequeño, minúsculo, casi inapreciable pero que ha valido más que mil explicaciones. 
De todos es sabido que a Pamplona por San Fermín acuden gentes de cientos de lugares, y hoy en el grupo de inglés se encontraban estadounidenses, australianos y una coreana, Yenny. Esta chica que no entendía ni la primera letra del abecedario español pero que controlaba el inglés mejor que muchos españoles su propio idioma, afirmó que viajaba sola; y no era la primera vez, ya el pasado año había dado la vuelta al mundo ella sola con apenas 22 años. Sin duda las diferencias culturales entre Corea y España son evidentes y en ocasiones incomprensibles; pero Yenny no viajaba porque sí, Yenny viajaba para saber, y realmente estaba muy interesada en nuestra cultura y en San Fermín en especial. Ella sabía que aquí corremos delante de toros vestidos de blanco y rojo y que luego un luchador se enfrenta a él en el ring. De modo que ella, sin lugar a dudas, quería experimentar qué es eso de sentir a un toro, a un encierro; tras una explicación detallada de lo que se debe y no se debe hacer en esta particular carrera, Yenny, lejos de amedrentarse ha mostrado más ganas de sentir la emoción del encierro. Ha sido justo en ese momento, en plena explicación, cuando un joven novillero ha salido por la puerta grande de la plaza de toros de Pamplona, justo por el lugar en el que estábamos; previamente Yenny ya había mostrado interés por asistir a una corrida de toros, el novillero ataviado con su traje de luces blanco y plata pronto llamó la atención de los allí presentes, Yenny preparó su cámara emocionada, nerviosa tiró una foto y en ese momento no pude contener mis ganas de transmitirla más emoción, de manera que la cogí el brazo, se lo levanté al paso del torero y éste chocó su mano con la de Yenny. Fue en ese minúsculo instante en el que la emoción de Yenny sobrepasó barreras; su cara, sus ojos y su risa desatada demostraban que sin tener absolutamente ni idea de quién era esa persona o qué representaba, había tocado algo importante de nuestro núcleo tradicional, algo que transmite emociones algo que, sin necesidad de explicaciones ya resultaba explicado. Algo que en un mundo en el que la superficialidad todo lo cubre, todavía existen pequeños islotes de emoción que nos recuerdan que somos seres vivos.
Aunque complejo e incomprensible, en estos tiempos modernos, también lo es ponerse a correr un encierro cuando, en principio, no existe necesidad alguna de hacerlo, es decir, nuestra vida acomodada ya nos da todo lo que necesitamos ¿o no?, tal vez, precisamente, esta vida acomodada sin casi alicientes ni objetivos nos hace olvidar que estamos de paso en la vida, que sólo viviremos una vez y que el día que perdemos tirados en el sofá es un día que jamás volverá, por ello hay veces que necesitamos más que nunca recordarnos que estamos vivos y que esto, tarde o temprano, se acaba, y es precisamente aquí donde entran experiencias como la que se vive en el encierro de Pamplona, una experiencia vital en la que los miedos más atávicos afloran de nuevo y te recuerdan que necesitas vivir intensamente cada día para sentirse vivo y hacer que la vida merezca la pena, lo demás es morir en vida.

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