jueves, 19 de abril de 2012

Ridículos de la muerte

Aunque podría hablar del centenario del hundimiento del Titanic, las cacerías de nuestro campechano Rey, de la república o de la gran crisis, preferiré hablar de cosas con las que no nos aburren día tras día.
El otro día, tras el nacimiento de 14 pollitos, una vez estuvieron perfectamente secos, reparé en que uno de ellos no tenía sus facultades al cien por cien para enfrentarse a la vida; en cuestión, el pollito presentaba una parálisis en la mitad de su cuerpo, de manera que no pude hacer otra cosa que coger al pollito y terminar con su cortísima vida. 
Ante este acto seguramente que, según quien lo lea, tendrá dos reacciones; unos se retorcerán de pena, llorarán y maldecirán mi propia vida por ser tan salvaje, otros lo verán correcto ¿qué otra cosa iba a poder hacer?. Lo cierto es que me he encontrado una gran incoherencia en ambos pensamientos. Resulta que, en estos tiempos de modas sin raíces, existen movimientos ideológicos que son difíciles de llevar a cabo con cierta dignidad; el ecologismo urbano es, sin duda, mi preferido, y digo ecologismo urbano porque este tipo de ecologismo se da casi en exclusiva en núcleos urbanos con poco, nulo o disfrazado contacto con la naturaleza real, pero si damos otra vuelta de tuerca nos encontramos ante los veganos. Esta corriente de ecologismo extremo que no come ningún producto de procedencia animal me hace todavía más gracia. 
Resulta que con admiración me he encontrado con personas veganas y vegetarianas que odian hasta el extremo la muerte animal, sin embargo su pensamiento es tan progre que están totalmente de acuerdo con el aborto y eutanasia humana. Pero es más sorprendente ver que la incoherencia también se instala en la forma de pensar antagónica; y es que a menudo, también he observado que quien no siente temor en matar animales o usarlos para su propio beneficio suele estar radicalmente en contra del aborto y la eutanasia. Cierto es que hoy en día es más molón pertenecer al primer grupo de ridículos que al segundo igualmente ridículo, lo que no me queda del todo claro es si haber aplicado la eutanasia a mi pollito fue lo correcto o debía, simplemente, haberlo matado.

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