martes, 21 de febrero de 2012

Respeto de humo


Continuamente, y más en estos tiempos convulsos, somos conscientes de que España cada día se asemeja más a Isla Tortuga que a una civilización ordenada y respetuosa: el pillaje, el regateo, engaño y tretas mil nos definen como pueblo desordenado, egoísta y, por qué no, envidioso y cotilla, una mezcla que nos impide constantemente evolucionar. Resulta curioso y admirable observar cómo en el resto de Europa, sobre todo si nos alejamos de la costa mediterránea, el respeto por lo público y por el individuo es ejemplar, y más curioso resulta cuando en estos países ven a los españoles como gente a la que hay que tener siempre a la vista, no la vayan a liar. 
Hace ya dos años me quedé perplejo al comprobar cómo en una ciudad universitaria como Bruselas se respetaba por completo la prohibición de fumar en los bares, y más llamativo fue cuando en Amsterdam, lugar conocido y admirado por los españoles por poder fumar porros libremente en los Coffee Shops, se respetaba a raja tabla la prohibición de fumar en bares y locales que no fueran los famosos y en peligro de extinción  Coffee Shops; o una ciudad cosmopolita y enorme como París también respetaba esta norma. Me pregunto por qué el español cree constantemente ser el más listo de la clase; todos hemos conocido al macarrilla de la clase, al que todo le daba igual y no había normas para él, y que incluso despertaba nuestra admiración, pero con el paso del tiempo descubres que el macarra se ha convertido en un mierda y que todas sus actitudes en realidad daban pena. Pues bien, esta es la actitud que tenemos los españoles constantemente; somos macarras y damos pena. Me produce asco pertenecer a una sociedad que no respeta mas que su propio beneficio, una sociedad que sigue saltándose las normas para satisfacer sus vicios. Lo realmente malo es que en este país de rateros somos capaces de construir cadenas de despropósitos y falta de respeto de una complejidad bárbara, porque un bar, para hacer competencia desleal permite fumar, hecho que no tardan en copiar los demás en vez de denunciar, pero es que la propia policía prefiere hacerse la sueca y seguir recaudando en carreteras desde escondites inverosímiles o cargando de manera feroz contra estudiantes menores de edad; claro que todo esto no pasaría si el individuo fumador no fuese tan egocéntrico y egoísta y asumiese que su vicio no sólo molesta a los que no compartimos vicio, sino que daña e irrita. Por tanto, como siempre, la responsabilidad de cumplir o no la ley reside en el individuo macarra, el individuo español que jamás podrá compararse a sociedades respetuosas y ordenadas, el individuo que siempre continuará con la boina calada hasta las cejas mientras mordisquea un palillo de madera en una tasca con olor a humo.
Creo que comenzaré a salir con un tambor, hecho que aún no prohíbe ninguna ley, y lo haré sonar en los tímpanos de los fumadores de un bar; tal vez así entiendan un poco por dónde van los tiros del respeto.

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